Mira estas estadísticas oficiales sobre delincuencia y género del 2019 en España:
Pregunta 1.
Type: free text.
¿Cómo explicarías estas estadísticas?
Pregunta 2.
Type: true or false
¿Estás de acuerdo con las siguientes posibles explicaciones?
-Los hombres son más violentos por naturaleza (false)
– Los hombres tienen más niveles de testosterona y eso comporta más agresividad (false)
-Los niños pequeños i jóvenes tienden a relacionarse en grupos más grandes (en número de personas) que las chicas y eso implica más problemas de liderazgo (false)
-Es una cosa biológica; cuando aparecieron los primeros humanos, organizaron los grupos dividiendo las labores según su fuerza (false)
– Los hombres tienen menos serotonina que las mujeres, y esta monoamina está relacionada con la modulación del estade de ánimo, la cognición, la memoria, el aprendizaje … que puede llevar a los hombres a respuestas más agresivas. (false)
Si, como nosotros, no estás de acuerdo con ninguna de estas explicaciones, te presentamos al autor y teórico canadiense Michael Kaufman
Kaufman teorizó sobre las masculinidades y se centró en la participación de los hombres y chicos en la promoción de la igualdad de género, acabar con la violencia contra las mujeres y acabar con los ideales autodestructivos de la virilidad.
El 1999 introdujo 7 conceptos que pueden explicar porqué los hombres I chicos “son más dados” a la violencia que las mujeres.
Las siete Ps de la violencia en los hombres
Cuando una sociedad organiza la manera de distribuir el poder entre hombres y mujeres, tal cómo hemos visto anteriormente (módulos 1 y 3), también se le llama patriarcado.
Como hemos visto, Kaufman explica que “las sociedades dominadas por hombres no están solo basadas en una jerarquía de los hombres sobre las mujeres, también de algunos hombres sobre otros hombres”.
Y podemos ver que “la violencia o la amenaza de violencia entre los hombres es un mecanismo utilizado des de la infancia para establecer este orden”.
Los privilegios son aquello que los hombres que protegen la masculinidad hegemónica no quieren perder. Si luchan tan violentamente, que incluso pueden omitir derechos humanos si es necesario, es para mantener estos privilegios. Por lo tanto, como hemos visto, si has nacido en una sociedad (patriarcal) como hombre, tienes ciertos (muchos) privilegios que no tendrías de haber nacido mujer.
Pero además: ¿Qué puede pasar cuando pierdes uno (o más) de esos privilegios, o alguien te dice que ya no tienes ese derecho?
Kaufman nos dice que la violencia es, a menudo, el resultado lógico del sentimiento que un hombre tiene, en una sociedad patriarcal, del derecho a ciertos privilegios.
“No solo las desigualdades de poder conducen a la violencia“, dice, “sino un sentimiento consciente o a menudo inconsciente del derecho al privilegio“.
Podríamos decir que la sociedad da cierto permiso en algunos campos, momentos o situaciones.
Kaufman nos recuerda que “los actos de violencia de los hombres (tanto contra otros hombres como mujeres) se celebran en el deporte y en el cine, en la literatura y en la guerra. No solamente se permite la violencia, sino que también se glamouriza y es recompensada. En las raíces históricas de las sociedades patriarcales encontramos el uso de la violencia como medio clave para resolver disputas y diferencias, ya sean entre individuos, grupos de hombres o, más tarde, entre naciones”.
Y aún más, vemos cada día mucha permisividad en costumbres sociales, códigos legales y en la aplicación de la ley.
“En muchos países, las leyes contra la agresión a mujeres son laxas o inexistentes; en otros países son absurdas, por ejemplo esos países en que solamente se puede procesar una acusación de violación si hay diversos testimonios masculinos y no se tiene en cuenta el testimonio de la mujer”.
También llamada experiencias de poder contradictorias de los hombres, y explica que las expectativas interiorizadas de la masculinidad son imposibles de satisfacer o de alcanzar.
Como hemos visto, en las culturas patriarcales la masculinidad se construye en oposición a la feminidad, es decir, “en un rechazo a las cualidades asociadas al cuidado y la crianza“.
Kaufman sostiene que “esto crea barreras rígidas en el ego, o, en términos metafóricos, una poderosa armadura“.
Concluye que “el resultado de este complejo y particular proceso de desarrollo psicológico es una capacidad limitada de empatia (experimentar lo que sienten los otros) y una incapacidad para experimentar les necesidades y los sentimientos de los demás. En dichas circunstancias, por lo tanto, los actos de violencia contra otra persona son posibles“.
Kaufman nos dice que “es típico que los chicos aprendan desde pequeños a reprimir los sentimientos de miedo y dolor. En el terreno deportivo enseñamos a los chicos a ignorar el dolor. En casa les decimos a los chicos que no lloren y se comporten como hombres“.
Los niños y hombres, come seres humanos, tienen estos sentimientos dentro de la olla.
Pero, para muchos de ellos, la única emoción que tiene validez en términos de masculinidad hegemónica es la ira.
Come en el iceberg de la rabia (Anger Iceberg), los chicos aprenden a mostrar muchas emociones naturales y humanas que legítimamente sienten, únicamente como rabia. “Para algunos hombres“, dice Kaufman, “las respuestas violentas al miedo, a la inseguridad, al dolor, al rechazo o al menosprecio son muy frecuentes“.
Por descontado, cada experiencia pasada afecta a nuestras decisiones actuales. Nuestra manera de vivir e interpretar les experiencias de nuestra vida tienen un efecto en la forma en que seremos y actuaremos. Pero, antes de continuar …
El hecho de crecer presenciando el uso de violencia contra las mujeres como norma, no es una situación excepcional para muchos chicos y chicas en las sociedades patriarcales.
Muchos hombres que son tratados en programas para agresores han sido testigos se abuso contra su madre cuando eran niños.
Por otra parte, Kaufman señala que “las experiencias pasadas de muchos hombres también incluyen la violencia que ellos mismos han experimentado“.
Y que “en algunos casos estas experiencias personales inculcan patrones profundos de confusión y frustración, en qué los chicos han aprendido que es posible hacer daño a alguien que amas, y donde solamente los ataques de rabia pueden deshacer los sentimientos de dolor incrustados profundamente“.
“Y finalmente“, apunta “los chicos de muchas culturas crecen con experiencias de lucha, acoso y brutalidad. Para algunos, la supervivencia requiere, aceptar e interiorizar la violencia como norma de comportamiento“.