Pues bien, parece ser que la mayoría de veces SER UN HOMBRE es ser lo que los otros hombres creen que significa ser un hombre. Por lo tanto, la influencia de los hombres en los otros hombres es muy importante.
Cuando los hombres se reúnen, lo llamamos homosocialidad (ser social con personas del mismo sexo).
Cuando esta unión social se convierte en un control de un tipo de masculinidad estereotipado, se podría llamar homosocialidad tóxica o control de género; donde los otros hombres son los protectores de la masculinidad.
Podemos decir que el control de género es un mecanismo y una dinámica social que explica el mantenimiento de la masculinidad hegemónica.
Para poder hacerlo, los encargados de mantener-lo deciden quién es y quién no es un hombre de verdad.
Recordad, en la pirámide de Connell, que esta masculinidad hegemónica se instala en oposición a lo femenino y lo oprime; así pues: ¿Qué haría que un hombre fuera menos hombre? ¿Qué haría que un hombre quedara fuera del Club de los hombres?
Exactamente! Estar más cerca de la feminidad.
Un hombre sin los atributos que la sociedad patriarcal asocia a la masculinidad real no estaría en la parte superior de la pirámide y, por descontado, un hombre que tenga y/o muestre abiertamente atributos que esta sociedad asocia a la feminidad sufrirá el mismo destino que esta: ser oprimido.
Así pues, la homofobia (entendida como un conjunto de actitudes y sentimientos negativo hacia la homosexualidad o hacia las persones identificadas o percibidas como lesbianas o gais) también se encuentra en esas actitudes que protegen la masculinidad hegemónica.